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Address | Description |
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Argentina | |
www.lasrosas.gov.ar/ | Las Rosas (Santa Fé) municipal site |
www.montebuey.com.ar/index.html | Monte Buey (Córdoba) municipal site |
(Site invalid, 2024oct29) | Estancia "Los Algarrobos", Monte Buey, Cba. [conference center] |
http://www.barilocheanglers.com.ar/ | Bariloche Anglers: Tends to anglers lodging in Bariloche, fishing different rivers and sections every day. Our cousins will be eager to take you to these pristine waters. |
(Site invalid, 2024oct29) | History of the camps around the ancient estancia Monte Molino, southeastern Córdoba province, Argentina -- Juan D. Delius |
www.pampasdelvenado.com.ar/ | Pampas del Venado - focused on the region of Venado Tuerto, SFé |
www.argbrit.org/ | British Settlers in Argentina [geneology, etc. of the 1800's] |
www.oldgeorgianclub.com.ar/ | Old Georgian Club (Buenos Aires) |
Germany | |
www.BonitzForum.de | Bonitz Forum (administered by Jochen Bonitz). The Benitz family name (from Endingen) is but one branch. 1600's-1800's: listed under: “Laurentious Benitz / Bönitz”. |
www.endingen.de | Endingen (Baden) municipal site. |
U.S.A. | |
www.fortrossstatepark.org | Fort Ross State Historical Park - California State Parks website; has a good history page; also promotes educational and volunteer programs. |
http://www.fortross.org | Fort Ross Conservancy - a great site, broad & rich with information; its "Ranch Era" history page begins with William Benitz. The Conservancy actively promotes the Fort Ross State Historic Park and Salt Point State Park. |
www.donaldlaird.com/landmarks/counties/000-099/005.html | California State Historic Landmarks (Sonoma County) |
http://www.unionhotel.com/ | The Union Hotel’s website provides charming image of Occidental, Calif. |
http://occidental.org/ | Occidental, California - provides a brief history & an overview of the town today. |
Venezuela | |
Search for: “Colonia Tovar” | Colonia Tovar - founded in 1843 by Alexander Benitz. Today a tourist site. |
https://en.wikipedia.org/wiki/Jimmie_Angel | The Lost World - Gustavo Henny, a Benitz descendant, was a co-discoverer of Angel Falls in 1937. |
FUSILAMIENTO DE LOS ASESINOS DEL SEÑOR FRANK C. LIVINGSTON
Lauro y Salvatto fueron fusilados en el patio de la Penitenciaría Nacional la madrugada del 22 de julio de 1916. Nadie reclamó sus cuerpos. Lauro dejó una estampita de San Genaro pegada en la pared de su celda. Salvatto pidió fumarun toscano corto, un charuto, antes de caer ante el pelotón. Todavía estaba encendido cuando se lo dio al cura.
Estaban acusados de ser los homicidas de Frank Carlos Livingston, quien fue apuñalado por ellos el 20 de julio de 1914 por encargo de su esposa, Carmen Guillot.
La sentencia se conocía desde noviembre del '15.
¿Como son las últimas horas de un condenado a muerte? La crónica nos transmite esos dramáticos momentos, esos minutos que se agotan inexorablemente hasta enfrentar el pelotón de fusilamiento.
El asesinato de Livingston había sacudido al país y detrás de su muerte había una compleja trama de odio y venganza. Carmen Guillot era una mujer maltratada; Livingston era un ser brutal y despótico. Harta ya, tramó junto a Catalina, su criada el asesinato de su marido. Catalina era amante de un pescadero, Salvatore Vitarelli, quien sugirió para la sangrienta tarea a Giovanni Battista Lauro y Francesco Salvatto, dos calabreses analfabetos, desocupados, desesperados por la miseria.
Pero la oscura trama fue descubierta y todos los involucrados fueron
procesados: Carmen Guillot fue condenada a reclusión
perpetua. La misma pena recayó en Salvatore Vitarelli.
Catalina González recibió quince años.
Muchos años después, el periodista Luis Diéguez,
de Crítica, entrevistó a Carmen Guillot en la
Cárcel de Mujeres, el caserón de Humberto I
y Defensa. Así la describió: "De la antigua
belleza, ella conserva la fascinación de los ojos grandes
y negros. La hermosura de ayer se muestra marchita, acentuada
por la encanecida cabellera". Ante el periodista, la
condenada elevó una súplica:
–¡No me arrepentiré jamás! El tuvo
la culpa. Ahora ya no soy una mujer peligrosa. Bien merezco
ver a mis hijos.
Pero sus hijos la abandonaron.
Giovanni Battista Lauro y Francesco Salvatto, los autores del homicido,
fueron fusilados, a las 7 de la mañana del 22 de julio
de 1916. Lauro no aceptó las vendas que se le ofrecieron
para cubrirse los ojos, no así Salvatto, que profundamente
abatido se dejó vendar. El oficial que mandaba la tropa
alzó su espada y a una rápida señal,
sonó un estampido ronco y uniforme, y los ajusticiados
caían de bruces.
Dos sargentos les dieron el tiro de gracia...
FUSILAMIENTO DE LOS ASESINOS DEL SEÑOR FRANK C. LIVINGSTON
"El 22 del corriente, a las 7 de la mañana después de las formalidades prescriptas por la Ley, fueron ejecutados en la Penitenciaría Nacional, los matadores del señor Frank Carlos Livingston, Juan B. Lauro y Francisco Salvatto, quienes a mediados de 1914 ultimaron alevosamente a puñaladas a dicho señor, en forma tan cobarde y cruel que impresionó profundamente a la opinión pública.
Después de los trámites del proceso, y ya convictos y confesos los criminales, el juez doctor Serú les condenó a la pena capital, sentencia que fué apelada sin éxito, pues la Cámara estuvo unánime en confirmarla.
Lauro y Salvatto fueron puestos en capilla el 21 a las 7 p.m., en la Penitenciaría Nacional Lauro pidió se le consintiera hablar con su paisano el penado Bruno Santaguida, con quien celebró una entrevista en voz baja; respecto a la cual se supone se hicieron promesas y juramentos que exteriorizaban sus ademanes.
Después,
Lauro durmió, no así Salvatto, que pasó
toda la noche presa de la mayor inquietud, sin poder tomar
el sueño. Ambos reos aceptaron los servicios religiosos
que les ofreció el capellán de la prisión,
confesándose y comulgando con aparente recogimiento.
Escucharon atentamente las palabras del sacerdote, y así
aguardaron la hora del fusilamiento.
Muy temprano llegó a la cárcel el juez doctor
Serú.
El defensor de pobres y ausentes, doctor Viale, pasó
la noche allí.
Estaba listo el pelotón de los ocho soldados del cuerpo
de guardia cárceles destinados a cumplir la ejecución.
A las 7 fueron llevados los condenados a sus banquillos, y
a pedido de Lauro se prolongó el fusilamiento un cuarto
de hora, pues aqué esperaba a que fuese a despedirle
una hermano que no concurrió.
Lauro no aceptó las vendas que se le ofrecieron para
cubrirse los ojos, no así Salvatto, que profundamente
abatido se dejó vendar.
El
oficial que mandaba la tropa alzó su espada y a una
rápida señal, sonó un estampido ronco
y uniforme, y los ajusticiados caían de bruces.
Dos sargentos les dieron el tiro de gracia.
Caras y Caretas del 1 de julio de 1916
Un dibujo de Alvarez Dumont nos revive la terrible escena del fusilamiento de Lauro y Salvatto a cargo de soldados guardia cácerles en el patio de la Penitenciaría Nacional.
El asesinato de Livingston, su organización, sus protagonistas y el destino de cada uno de ellos
CONDENAS DE LA JUSTICIA DEL CRIMEN
El proceso a los victimarios del señor Livingston
"Se ha producido el fallo del juez del crimen, doctor Juan R. Serú, en el proceso incoado con motivo del feroz asesinato del señor Frank Carlos Livingston, contra Carmen Guillot de Livingston, esposa de aquél, sus cómplices Catalina G. de Carello, Salvador Viteralle, Rafael Próstamo, y los ejecutores materiales del asesinato, Juan Bautista Lauro y Francisco Salvatto.
Reunidas las abrumadoras pruebas, presos todos los que intervinieron, que declararon cínicamente su crimen, las defensas trataron de atenuar la culpabilidad de Carmen, fundando largos considerandos de orden patológico, actos que ha demorado un tanto la sentencia que acaba de producirse.
La
esposa criminal es condenada a presidio por tiempo indeterminado,
así como su criada y cómplice, Catalina de Carello.
Viteralle sufrirá igual pena. Lauro y Salvatto, que
fueron los matadores, han sido condenados a muerte.
Próstamo, que aunque desistió del delito tiene
responsabilidad por su cooperación previa, deberá
sufrir quince años de presidio.
La opinión pública, seguramente, no ha de irrumpir
en exclamaciones de piedad para tratar de que se aminoren
las penas de estos reos, porque han realizado un asesinato
alevoso y con la agravante de una larga madurez de planes
y el interés del dinero.
Recordemos la reprobación que causó el crimen.
Caras y Caretas del 27 de noviembre de 1915
Carmen Guillot, la esposa de Livingston y su mucama, Catalina G. de Carello, acusada de cómplicidad, ambas condenadas a sufrir la pena de "penitenciaría por tiempo "indeterminado". Debajo, Salvador Viteralle, condenado a igual pena y Rafael Próstamo, condenado a sufrir quince años de presidio
Escrito de Lauro en la policía de Coronda, "al ser detenido, después de su segunda fuga".
El crímen de la calle Gallo
El 20 de julio de 1914, un sangriento asesinato sacudió
Buenos Aires. El cuerpo de Frank Carlos Livingston, contador
del Banco Hipotecario, yacía literalmente cosido a
puñaladas en el hall de su departamento, en Barrio
Norte. Detrás de su muerte había una compleja
trama de odio y venganza
Los gritos de una mujer rompieron el silencio de aquella madrugada de lunes en la calle Gallo, en el Barrio Norte de Buenos Aires. Era la hora 0 del 20 de julio de 1914 y hacía 14 grados. Gallo 1680, entre Güemes y Santa Fe: un edificio de seis pisos, con balcones franceses adornados con verjas de hierro negro. Los gritos venían del departamento de la planta baja, que tenía puerta a la calle. Se oían lejanos. "Estoy encerrada", o algo así, clamaba la mujer desde algún lugar de la casa. Acudió el portero. Quien gritaba era una de las moradoras, doña Carmen Guillot de Livingston. El portero forzó la ventana que daba a Gallo, entró en la casa y destrabó una puerta interior. Luego franqueó la cancel por la que entró el agente Tapia, de la comisaría 17ª, que estaba de facción en la esquina de Gallo y Güemes
En el hall, un hombre yacía muerto sobre un charco de sangre. Literalmente, lo habían cosido a puñaladas. La sangre salpicaba las paredes; en el suelo se encontraron el sombrero y el bastón de Malaca del muerto. También, dos cuchillos que no estaban manchados. Carmen Guillot, vestida con camisón y bata, se desvaneció al ver el cadáver. Cuando se repuso contó, con palabras entrecortadas, que había escuchado ruidos de lucha y lamentos de su marido, pero la puerta interior que comunicaba el hall con los dormitorios estaba cerrada.
La víctima se llamaba Frank Carlos Livingston, argentino, de 46 años. Era contador del Banco Hipotecario. Los Livingston, sus cinco hijos (el más pequeño de sólo nueve meses) y la criada Catalina González vivían desde hacía un mes en el departamento. Todo indicaba que los asesinos habían entrado a robar, porque a Livingston le faltaba la billetera. El médico forense doctor Juan Espina, tras examinar el cadáver, adelantó algunas conclusiones:
Tiene casi cuarenta heridas punzantes, producidas por dos cuchillos. Unas quince pudieron ser mortales, pero la decisiva fue un golpe seco y horizontal que le rebanó la carótida.
El comisario Samuel Ruffet quedó al mando de la pesquisa mientras los diarios de la tarde, aquel mismo lunes, anunciaban: "Crimen en la calle Gallo" y "Un hombre fue salvajemente asesinado en Barrio Norte".
El domingo 19 de julio Frank Carlos Livingston había salido con familiares, mientras su esposa se quedaba en casa con los niños. Regresó a la medianoche. No había que ser muy ducho para concluir: la víctima había sido seguida por los agresores, quienes se filtraron tras él cuando abrió la puerta, lo atacaron, lo despojaron del dinero y huyeron. Todo parecía claro
Pero no estaba tan claro para el comisario Ruffet. Las siguientes seis semanas, Buenos Aires vivió pendiente del caso Livingston. ¿Por qué? Quizá por ser distinto. Ni el escenario ni los protagonistas eran los habituales en la crónica roja. Esta vez, ni la víctima ni su entorno pertenecían al mundo de los inmigrantes, criollos pobres o gente del suburbio: eran personas de postín, con buena posición económica.
Otro factor contribuyó a que el caso Livingston estallara como una bomba: el periodismo porteño estaba cambiando. Buenos Aires se transformaba de gran aldea en urbe y nacía un interés vehemente por los crímenes que toda gran ciudad esconde. Los diarios más importantes eran La Prensa y La Nación, pero se había iniciado una guerra entre los vespertinos Ultima Hora, La Razón y Crítica, que daban cada vez más espacio a las noticias policiales, a las que el director de este último, Natalio Botana, mandaba cubrir con fotos, dibujos y cronistas que, a la manera de detectives privados, investigaban por su cuenta. En Crítica, esas noticias las redactaba José Antonio Saldías, el Toba, periodista bohemio que a veces redactaba sus crónicas en verso. La trama de pasión, venganza e intereses tras el caso Livingston fue un bocatto di cardinale para esos diarios que querían llegar al gran público.
LAS DUDAS DEL COMISARIO
¿Qué era lo que no le cuadraba al comisario Ruffet? La ferocidad con la que había sido asesinado Livingston no podía ser obra de un ratero ocasional; es cierto que había desaparecido la billetera de Livingston y también su pañuelo de hilo, pero ¿por qué habían dejado el reloj de oro con tapa que guardaba la víctima en el bolsillo? ¿Y el lápiz, también de oro? Unos vecinos habían visto salir del departamento, a las 0.15, a dos o tres hombres que cerraban la puerta y se alejaban con parsimonia hacia la avenida Santa Fe. En el caso de ser ladrones, ¿no habrían huido a la carrera?
Además, se habían encontrado huellas rojas de pisadas en el interior del departamento, como si el asesino, tras apuñalar al dueño de casa, hubiera intentado asaltar a los demás moradores y se hubiese arrepentido. Ruffet inició una investigación a fondo sobre los personajes de la tragedia ¿Quiénes eran Frank Carlos Livingston y Carmen Guillot?
El primero de los Livingston –familia originaria de Albany, Nueva York– había llegado a estas tierras a mediados del siglo XIX. Frank Carlos, a quien todos llamaban Carlos, tenía un buen pasar. Era propietario de por lo menos tres departamentos en el barrio de Belgrano. Pero algo no funcionaba bien en su vida. Había sido atacado varias veces por desconocidos. La última vez, el 15 de mayo, pocos meses antes del crimen, en la esquina de Amenábar y Manuela Pedraza. Livingston era un hombre grueso, calvo, que lucía unos bigotazos a la moda. Nunca se separaba de su bastón de Malaca, con el que había puesto a los agresores en fuga. Livingston había denunciado la agresión en la comisaría 39ª, ocasión en que conoció al comisario Ruffet. En realidad, Livingston era una persona conflictiva y de mal carácter. Como no quedó conforme con las diligencias que había ordenado el comisario, anunció que, mediante sus relaciones en esferas públicas, haría "saltar a Ruffet"
Socio y asiduo concurrente del Jockey Club, el turf era su pasión. El domingo en que lo asesinaron había estado en el Hipódromo de Palermo, ya que corría su potrillo Yrigoyen, favorito en el clásico de la jornada, el Premio Estados Unidos del Brasil. Antes de salir, le había dicho a Carmen que tenía un "dato" imperdible: Yrigoyen no podía perder en la séptima carrera
Ruffet conocía bien a ese hombre vociferante e intempestivo: también había actuado en varias quejas presentadas por Carmen Guillot debido a agresiones del marido. Porque Carmen era una mujer golpeada.
Pronto quedó en claro que Livingston, con fama de mujeriego, tenía una amante: una joven italiana, que vivía en uno de los departamentos del hombre convertido en garXonniére. Como a esta muchacha nunca se la había implicado en el crimen, la prensa no la identificó; sólo se sabían sus iniciales: M.G.
Los asesinos habían dejado las armas del homicidio en el lugar. Este descuido, ¿a qué obedecía? ¿Impericia, irresponsabilidad, o intento de incriminar a alguien? Esos cuchillos llevaron a Ruffet a resolver el caso.
PESCADO FRESCO
Un sábado de agosto, el comisario Samuel Ruffet decidió darle a su señora una sorpresa. Salió del Departamento de Policía y caminó por Alsina y luego por Carlos Pellegrini hasta el Mercado del Plata. Observó la pericia con la que los carniceros trozaban el hígado, cortaban los costillares, picaban la tripa. En los puestos de pescado, sus dueños, italianos o españoles, despanzurraban el pez al medio, lo descamaban, hacían filetes finos como un papel de seda: cuchillas, navajas, trinchetes bruñidos… El comisario Ruffet imaginaba esos filos ensañándose en el cuerpo de Livingston… ?Qué pescadero surtía a los Livingston?, se preguntó, y volvió al Departamento para averiguarlo.
El comisario Villanueva, su ayudante, le tenía preparado un informe sobre Livingston: según los allegados de la familia, las desavenencias eran tan grandes que el matrimonio hacía tiempo que ni se hablaba. ¿Estaba en contacto el asesinado con alguna mafia del juego? No, nada de eso. En realidad, Livingston se distinguía por su avaricia. Jugaba a lo sumo 10 o 15 boletos. ¿Y su fortuna? Nada que objetar. Livingston provenía de una familia de linaje.
Antes de abandonar los cuchillos en el lugar del crimen, los habían limpiado. Olor a colonia –la misma marca que usaba la víctima – se desprendía de ambas armas, por lo que podía inferirse que los asesinos las habían frotado con el pañuelo de la víctima. Sin embargo, otro olor persistía. Olor a pescado.
La pesquisa se concentró en la criada: no fue difícil determinar que tenía amores con el pescadero de los Livingston. Era un mocetón robusto llamado Salvatore Vitarelli, con puesto en el mercado de Vicente López y Rodríguez Peña. Vitarelli fue detenido, liberado, y luego detenido otra vez.
Ruffet interrogó a la criada y a la patrona. La primera que se derrumbó fue Catalina. Su relato reveló el pacto homicida. Carmen Guillot fue detenida. Se le permitió tener con ella a su niño pequeño. Vitarelli fue el siguiente en confesar. Carmen primero negó, pero acabó admitiendo todo.
LA TRAMA ASESINA
Livingston no sólo tenía mal carácter. En la casa, era un tirano. Castigaba a su esposa física y moralmente. La Guillot, que por parte de madre se apellidaba Borges, tenía prohibido ver a sus propios padres. Además, Livingston sólo le daba tres pesos al día, suma con la que ella debía mantener la casa. "Si no tienen qué comer, pasen hambre." La sufrida esposa, envejecida a pesar de sus pocos años, hizo de Catalina su confidente. Muchas veces, en medio de llantos, contó a la criada que no podía más. En aquellos tiempos, que una mujer abandonara el hogar hubiera sido impensable. Entonces, surgió la idea del crimen. Catalina sugirió a su patrona que hablara con Salvatore, el pescadero. Otro que odiaba a Livingston porque se atrasaba en pagar la cuenta de las compras. Un día, en el mercado, Carmen le habría dicho a Salvatore:
¿Cuánto le debe mi marido? ¿Doscientos pesos? Usted podría cobrar eso y mucho más… si me ayudara a eliminarlo. Le pagaría dos mil pesos…
En el Mercado merodeaban inmigrantes sin trabajo ni documentos que hacían cualquier cosa con tal de ganar algo de dinero. Vitarelli se encargó de contratar a dos de ellos: Giovanni Battista Lauro y Francesco Salvatto, dos calabreses analfabetos, desocupados, desesperados por la miseria.
Tras dos intentos frustrados, la ocasión decisiva se presentó el domingo 19 de julio. Livingston le anticipó a su mujer que a la salida del hipódromo iría a festejar el triunfo de Yrigoyen, que descontaba. A las nueve y media de la noche, Carmen y Catalina abrieron a Lauro y Salvatto las puertas de Gallo 1680. Esperaron en la oscuridad del vestíbulo.
Las dos mujeres cerraron con llave el paso a los dormitorios, donde se recluyeron. A las doce, se escuchó el ruido de la llave. Los asesinos se abalanzaron sobre el dueño de casa en la oscuridad. Livingston defendió su vida como un león. Finalmente, cayó con el cuerpo y la cara sajados, mientras sus asesinos recuperaban el resuello. En ese momento apareció Carmen. Les gritó:
"Sáquenle la billetera y váyanse."
Antes de hacerlo, los malhechores limpiaron los cuchillos con el pañuelo del muerto, que guardaron, pero… ¡dejaron los cuchillos! Y Carmen Guillot pisó sangre con sus chinelas, que dejaron sus huellas en el departamento, aunque luego advirtió el error.
Lauro fue detenido en un pueblo de Santa Fe. De nada sirvió que algunos calabreses lo ocultaran. En cuanto a Salvatto, consiguió subir como polizón en un paquebote que partió a Italia, pero fue descubierto al hacer escala en Santos (Brasil): lo bajaron y devolvieron a Buenos Aires.
Durante el proceso, el interés de la opinión pública se centraba en lo que pasaría con Carmen Guillot, procesada por homicidio en grado de tentativa y asociación ilícita. Antonio De Tomaso, su abogado –futuro diputado socialista de una oratoria que derretía las piedras –, la presentó como la víctima de un monstruo. Así declaró la imputada ante el juez de instrucción:
Pertenecía a una honrada familia, señor juez. Mis padres sufrieron mucho conmigo a causa de mi salud. Yo estaba predestinada a la muerte. Mucho antes de casarme, cuando aún vivía con mis padres en una finca de Belgrano, empecé a sufrir el mal de Basedow. Es un bocio que apenas desfigura la garganta pero perturba la psiquis.
¿Cómo conoció a su marido?
El vivía cerca de mi casa, en un chalet, con una mujer francesa. Me miraba, sonreía, un día me arrojó una carta de amor. Decía que estaba enamorado de mi "extraña belleza". Yo desconfiaba. Mucho se murmuraba de él, de su vida, de sus costumbres. Cuando todos se oponían a nuestro amor, combatí contra todos, como una leona. Un día me esperó en su coche. Escapamos. Me llevó a un hotel. Mi desengaño fue cruel. Mis ilusiones duraron apenas horas. En la intimidad, se me presentó como una bestia.
¿Por qué se casó con él?
“Era joven, estaba enferma, atolondrada por un amor sincero y por un mal que me enloquecía, era un guiñapo. Después de muchas incidencias, decidimos casarnos. Yo ni siquiera había cumplido los quince años. Y empezó mi martirio. El era cruel. Me odiaba, y no perdía oportunidad de despreciarme. Con ese mismo bastón de Malaca con el que se defendió, me propinaba feroces palizas. Derrochaba dinero con mujeres y en el juego. Cada nacimiento de mis hijos fue para él un disgusto. (...) Harta de ser castigada, cuando la mucama me propuso una solución, la acepté. Ella también había tenido un marido así y se había librado de él. La noche en que los pescadores entraron a casa para matarlo, quedé muda de espanto”
Carmen Guillot fue condenada a reclusión perpetua. La misma pena recayó en Salvatore Vitarelli. Catalina González recibió quince años. Muchos años después, el periodista Luis Diéguez, de Crítica, entrevistó a Carmen Guillot en la Cárcel de Mujeres, el caserón de Humberto I y Defensa. Así la describió: "De la antigua belleza, ella conserva la fascinación de los ojos grandes y negros. La hermosura de ayer se muestra marchita, acentuada por la encanecida cabellera". Ante el periodista, la condenada elevó una súplica:
“¡No me arrepentiré jamás! El tuvo la culpa. Ahora ya no soy una mujer peligrosa. Bien merezco ver a mis hijos
“Pero sus hijos la abandonaron.
Lauro y Salvatto fueron fusilados en el patio de la Penitenciaría Nacional la madrugada del 22 de julio de 1916. Nadie reclamó sus cuerpos. Lauro dejó una estampita de San Genaro pegada en la pared de su celda. Salvatto pidió fumar un toscano corto, un charuto, antes de caer ante el pelotón. Todavía estaba encendido cuando se lo dio al cura.
Fue la última vez que se aplicó la pena capital por causas no políticas en Buenos Aires.
Por Alvaro Abos, La Nación, Domingo 22 de enero de 2006
El cadáver de Livingston fotografiado en el momento de llegar al lugar del suceso el juez de instrucción, doctor Irigoyen"
El frente de la casa en Gallo 1680, donde residía la familia y los restos de sangre que salpican el suelo y las paredes del hall de ingreso a la casa
"Frank Carlos Livingston, víctima del horrible crimen"
Frank Carlos Livingston Gómez, había nacido en 1870;
hijo de Frank Sutton Livingston Lord, nacido en 1838 en Filadelfia,
Pensilvania, Estados Unidos y fallecido el 28 de agosto de
1915; y de Elisa Gómez Maturana, nacida en 1848 en
Chile.
Contrajo matrimonio con Carmen Guillot, nacida en Uruguay
teniendo siete hijos: Carlos, Graziella, María, Patricia,
Roberto, Elisa y Dora.
Frank Carlos Livingston Gómez, había nacido en 1870;
hijo de Frank Sutton Livingston Lord, nacido en 1838 en Filadelfia,
Pensilvania, Estados Unidos y fallecido el 28 de agosto de
1915; y de Elisa Gómez Maturana, nacida en 1848 en
Chile.
Contrajo matrimonio con Carmen Guillot, nacida en Uruguay
teniendo siete hijos: Carlos, Graziella, María, Patricia,
Roberto, Elisa y Dora.
Frank era el segundo hijo de los catorce del matrimonio Livingston-Gómez.
Su padre, educado en Estados Unidos, estudió leyes
en Albany. Fué capitán del personal del General
Daniel Benham durante guerra civil americana. Diputado nacional
en 1874 en el congreso Argentino. Colega y amigo de Bartolome
Mitre y Coronel del 84º regimiento durante la revolución
de 1889. También fue director del ferrocarril norteño
central de Argentina.
Frank o Francis, el padre de la víctima se llamaba Francis
Sutton Livingston y Sutton y su padre, es decir, el abuelo
del asesinado; era William Townsend Livingston, un hacendado
de Chascomús, comerciante en lanas; nacido en 1811
en Albany, Nueva York, Estados Unidos; miembro de la prominente
familia Livingston de Albany; descendiente de británicos
(Escoceses - en Escocia, se menciona que sus antepasados remotos
fueron condes de Kilsyth - e Irlandeses. Descendiente de alrededor
de diez soberanos escoceses, treinta franceses, unos pocos
rusos, suecos, alemanes, y a través del Emperador Carlomagno,
descendiente de Francus I primer Rey de West Franks).
Su bisabuelo John Livingston, fué hermano de Philip
Livingston, quien firmó la declaración de la
independencia como uno de los representantes por el estado
de New York. Falleció el 29.8.1883 en Bs. As. Casado
en matrimonio en 1837 con Elizabeth Sutton y Lord, viuda de
John Evans, británico residente en BsAs, nacida el
22.12.1811 en Ipswich, Massachusetts, USA, y que falleciera
el 30.8.1853 en BsAs
WILLIAM TOWNSEND LIVINGSTON & ELIZABETH SUTTON Y LORD
© Peter Benitz (Benitz Family)